gaia
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« Respuesta #15 : Miércoles 20 de Diciembre de 2006, 00:03 » |
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La huella emocional del 11-S
N. R. C. MADRID./ABC
¿Qué ocurre en el interior del cerebro para que una experiencia dramática quede congelada en la memoria? ¿Para que revivamos lo que hacÃamos en el preciso instante en el que ocurrió? Ese fenómeno es conocido desde hace años como memoria «flash» o «flashbulb». Con ese término, cientÃficos estadounidenses explicaron en los años 70 cómo tras grandes sucesos, como los asesinatos de Lincon o Kennedy, la población mantenÃa sus vivencias pese al paso del tiempo. Bastaba con que escucharan alguna noticia sobre el suceso para revivirlas. Se especulaba entonces que las emociones influÃan en la memoria humana al activarse una pequeña región del cerebro, denominada amÃgdala. Una nueva investigación ha confirmado el papel de esta pequeña estructura cerebral cercana al encéfalo y aporta nuevos datos de lo que sucede en el interior del cerebro. Psicólogos de la Universidad de Nueva York han demostrado, con imágenes de resonancia magnética, que la propia experiencia personal activa también los circuitos cerebrales responsables de este tipo de memoria. Lo han hecho en una investigación que esta vez no se ha centrado en ningún magnicidio, sino en uno de los dramas más recientes de la historia norteamericana: los ataques terroristas del 11-S y la caÃda de las Torres Gemelas de Nueva York.
Experiencia personal Hoy, en la revista «Proceedings» explican cómo las vivencias se recuerdan con más intensidad, seguridad y detalle cuanto más próximo se estaba de las Torres Gemelas. No se trata de impresiones personales, porque los investigadores comprobaron que la amÃgdala cerebral se activaba al rememorar aquél dÃa y modulaba el circuito de la memoria. La investigación comenzó tres años después de los ataques terroristas. Participaron 24 neoyorkinos que se dividieron en tres grupos. El primero, con los vecinos más próximos al suceso, de la zona más baja de Manhattan; el segundo grupo, con los que se encontraban en un área menos próxima a las Torres, y el último, con los habitantes de la zona más alejada, en el Manhattan alto. Los investigadores examinaron la actividad cerebral de los participantes con resonancia mientras recordaban aquel fatÃdico 11 de septiembre de 2001. Tomaron esas imágenes de su cerebro y las compararon con otras en las que recordaban otras vivencias de aquél verano que no tenÃan relación con el atentado. Una vez finalizada la sesión de resonancia, los participantes también escribieron sus recuerdos personales. Sólo la mitad de los sujetos pudieron contar con gran detalle y seguridad sus recuerdos. Y fueron los que vivÃan más cerca de las Torres los que lo hicieron con más detalle. PodÃan incluso describir lo que estaban viendo, oyendo e incluso oliendo en ese instante. Entre estos mismos participantes, las pruebas de imagen ofrecieron un aumento de la actividad de la amÃgdala cerebral. Un estudio sobre los atentados demuestra que la amÃgdala cerebral mantiene algunas vivencias congeladas en la memoria, inmunes al efecto del olvido.
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